LUCÍA CONTRERAS

Crecí con mis tíos rockeros, usaban el pelo largo, playeras negras con la estampa de alguna banda de rock y pantalones rotos. Algún día viendo MTV con ellos, apareció Led Zeppelin, Robert Plant, el líder de la banda, épico, imponente, adueñado totalmente del escenario. Decidí en ese momento que eso quería ser de grande: épica. Sin importar cual fuera mi profesión o área de desarrollo, yo quería ser Robert Plant, adueñada del escenario. Mi maestra de segundo grado de primaria me dijo que eso era imposible. Que no podía ser como Robert Plant porque yo era niña, y las niñas no podían ser estrafalarias, que tenían que estar bien peinadas y que se tenían que comportar. Nunca me apegué a esas reglas y siempre luché por cumplir mi sueño de resaltar con causa.

Cuando tenía 13 años mi hermano Arturo llegó a mi vida y encontré motivos de felicidad que no conocía y a sus 4 años, cuando fue diagnosticado con autismo, encontré mi causa: dar voz a quienes no encuentran su propio escenario.

En mi actualidad, dirijo un centro comunitario que se ha vuelto mi escenario, dónde puedo brillar con toda intensidad, pero lo maravilloso de mi espacio laboral es que es un escenario en dónde todos pueden protagonizar, un escenario que tiene espacio para todos.

Partiendo de este preámbulo puedo decir entonces que mi participación en la edición sensaciones de TedX tiene la trascendencia de voltear a ver a esa niña de 7 años y decirle: pequeña Luci, aquí estás, siendo épica, dominando un escenario más, brillando en lo que para ti es más importante: visibilizar a las personas que no tienen voz, principalmente en el contexto laboral. Para mí, esta participación es predicar con el ejemplo para hacer llegar el mensaje que todos podemos emplear con empatía, con sororidad y que podemos tender una mano amiga a nuestros compañeros de trabajo. El escenario de TEDx es global, es ambicioso, pero sobre todo es trascendente y útil. Sueño con que algún día, alguien necesite saber un poco de lo que yo tengo para compartir, o por lo menos que si alguien se siente pinchado en el globo de sus sueños, pueda acudir a esa participación y decir: todo estará bien.